lunes, 30 de mayo de 2011

Palabras para Julia


 
PALABRAS PARA JULIA

Tú no puedes volver atrás
porque la vida ya te empuja
como un aullido interminable.
Hija mía es mejor vivir
con la alegría de los hombres
que llorar ante el muro ciego.
Te sentirás acorralada
te sentirás perdida o sola
tal vez querrás no haber nacido.
Yo sé muy bien que te dirán
que la vida no tiene objeto
que es un asunto desgraciado.
Entonces siempre acuérdate
de lo que un día yo escribí
pensando en ti como ahora pienso.
La vida es bella, ya verás
como a pesar de los pesares
tendrás amigos, tendrás amor.
Un hombre solo, una mujer
así tomados, de uno en uno
son como polvo, no son nada.
Pero yo cuando te hablo a ti
cuando te escribo estas palabras
pienso también en otra gente.
Tu destino está en los demás
tu futuro es tu propia vida
tu dignidad es la de todos.
Otros esperan que resistas
que les ayude tu alegría
tu canción entre sus canciones.
Entonces siempre acuérdate
de lo que un día yo escribí
pensando en ti
como ahora pienso.
Nunca te entregues ni te apartes
junto al camino, nunca digas
no puedo más y aquí me quedo.
La vida es bella, tú verás
como a pesar de los pesares
tendrás amor, tendrás amigos.
Por lo demás no hay elección
y este mundo tal como es
será todo tu patrimonio.
Perdóname no sé decirte
nada más pero tú comprende
que yo aún estoy en el camino.
Y siempre siempre acuérdate
de lo que un día yo escribí
pensando en ti como ahora pienso.

José Agustín Goytisolo

domingo, 29 de mayo de 2011

Recuerdo Infantil


"Recuerdo Infantil"
Monotonía de lluvia tras los cristales...
Una tarde parda y fría
de invierno. Los colegiales
estudian. Monotonía
de lluvia tras los cristales.
Es la clase. En un cartel
se representa a Caín
fugitivo, y muerto Abel,
junto a una mancha carmín.
Con timbre sonoro y hueco
truena el maestro, un anciano
mal vestido, enjuto y seco,
que lleva un libro en la mano.
Y todo un coro infantil
va cantando la lección:
mil veces ciento, cien mil,
mil veces mil, un millón.
Una tarde parda y fría
de invierno. Los colegiales
estudian. Monotonía
de la lluvía en los cristales.
Poesía de Antonio Machado 


sábado, 28 de mayo de 2011

Las Moscas


Las Moscas
Vosotras, las familiares,
inevitables golosas,
vosotras, moscas vulgares,
me evocáis todas las cosas.
¡Oh viejas moscas voraces
como abejas en abril,
viejas moscas pertinaces
sobre mi calva infantil!
¡Moscas del primer hastío
en el salón familiar,
las claras tardes de estío
en que yo empecé a soñar!
Y en la aborrecida escuela,
raudas moscas divertidas,
perseguidas
por amor de lo que vuela,
     —que todo es volar—, sonoras
rebotando en los cristales
en los días otoñales...
Moscas de todas las horas,
     de infancia y adolescencia,
de mi juventud dorada;
de esta segunda inocencia,
que da en no creer en nada,
     de siempre... Moscas vulgares,
que de puro familiares
no tendréis digno cantor:
yo sé que os habéis posado
     sobre el juguete encantado,
sobre el librote cerrado,
sobre la carta de amor,
sobre los párpados yertos
de los muertos.
Inevitables golosas,
que ni labráis como abejas,
ni brilláis cual mariposas;
pequeñitas, revoltosas,
vosotras, amigas viejas,
me evocáis todas las cosas.
Antonio Machado

miércoles, 25 de mayo de 2011

El hombre que simulaba tocar la dulzaina



EL HOMBRE QUE SIMULABA TOCAR LA DULZAINA


Cuando el príncipe Xuan del Reino de Qi pedía un concierto de dulzaina, solía tener hasta trescientos músicos tocando al unísono. Por esto un letrado, llamado Nanguo, solicitó un lugar en la orquesta y el príncipe, tomándole simpatía, le asignó un sueldo más que suficiente para mantener a varios cientos de hombres.

Después de la muerte del príncipe Xuan, subió al trono el príncipe Min, a quien le gustaban los solos.
En vista de eso, el letrado huyó.

Han Fei Zi


Para comprar un par de zapatos


PARA COMPRAR UN PAR DE ZAPATOS

En el Reino de Zheng un hombre decidió comprar un par de zapatos nuevos. Se midió el pie, pero olvidó la medida en el asiento y se fue al mercado sin ella.
Allá encontró al zapatero.
- ¡Oh!, me olvidé de traer la medida… - dijo, y presuroso regresó a su casa.
Cuando volvió al mercado, la feria se había terminado y no pudo comprar los zapatos.
- ¿Por qué no se los probó? – le preguntó uno de sus vecinos.
- Me fío más de la regla – respondió.

Han Fei Zi

Castigando al caballo


CASTIGANDO AL CABALLO

Un viajero en el Reino de Song metió a su caballo en un arroyo porque éste se negaba a avanzar; luego lo volvió a montar para partir. El caballo se negó de nuevo a nadar. Lo castigó otra vez en la misma forma. Esto se repitió tres veces.
Ni el más experto jinete habría ideado un medio mejor de asustar al caballo; pero si no es un jinete, sino un simple asustador, el caballo se negará a llevarle.

Discursos de Lü Buwei

La Luz prestada



LA LUZ PRESTADA

Una muchacha de uno de los talleres de la ribera era tan pobre que no podía comprar aceite para la lámpara; por eso las otras muchachas decidieron expulsarla. Cuando la infeliz se iba, dijo a las demás:
         - Porque no tenía posibilidad de pagar la luz, siempre llegaba la primera y barría y arreglaba los asientos. Vuestra luz ilumina las cuatro paredes, ¿por qué no queréis que yo la comparta? A vosotras no os perjudica prestarme vuestra luz; en cambio yo os soy útil. ¿Por qué me arrojáis de aquí?
         Dándose cuenta de la verdad que había en sus palabras, le permitieron quedarse.

Anécdotas de los Reinos Combatientes

martes, 24 de mayo de 2011



Los motivos del lobo

El varón que tiene corazón de lis,
alma de querube, lengua celestial,
el mínimo y dulce Francisco de Asís,
está con un rudo y torvo animal,
bestia temerosa, de sangre y de robo,
las fauces de furia, los ojos de mal:
¡el lobo de Gubbia, el terrible lobo!
Rabioso, ha asolado los alrededores;
cruel, ha deshecho todos los rebaños;
devoró corderos, devoró pastores,
y son incontables sus muertos y daños.
Fuertes cazadores armados de hierros
fueron destrozados. Los duros colmillos
dieron cuenta de los más bravos perros,
como de cabritos y de corderillos.

Francisco salió:
al lobo buscó
en su madriguera.
Cerca de la cueva encontró a la fiera
enorme, que al verle se lanzó feroz
contra él. Francisco, con su dulce voz,
alzando la mano,
al lobo furioso dijo: «¡Paz, hermano
lobo!»  El animal
contempló al varón de tosco sayal;
dejó su aire arisco,
cerró las abiertas fauces agresivas,
y dijo: «!Está bien, hermano Francisco!»
«¡Cómo!»  exclamó el santo. «¿Es ley que tú vivas
de horror y de muerte?
¿La sangre que vierte
tu hocico diabólico, el duelo y espanto
que esparces, el llanto
de los campesinos, el grito, el dolor
de tanta criatura de Nuestro Señor,
no han de contener tu encono infernal?
¿Vienes del infierno?
¿Te ha infundido acaso su rencor eterno
Luzbel o Belial?»

Y el gran lobo, humilde: «¡Es duro el invierno,
y es horrible el hambre! En el bosque helado
no hallé qué comer; y busqué el ganado,
y en veces... comí ganado y pastor.
¿La sangre? Yo vi más de un cazador
sobre su caballo, llevando el azor
al puño; o correr tras el jabalí,
el oso o el ciervo; y a más de uno vi
mancharse de sangre, herir, torturar,
de las roncas trompas al sordo clamor,
a los animales de Nuestro Señor.
¡Y no era por hambre, que iban a cazar!»
Francisco responde: "En el hombre existe
mala levadura.
Cuando nace, viene con pecado. Es triste.
Mas el alma simple de la bestia es pura.
Tú vas a tener
desde hoy qué comer.
Dejarás en paz
rebaños y gente en este país.
¡Que Dios melifique tu ser montaraz!"

«Esta bien, hermano Francisco de Asís.»
«Ante el Señor, que toda ata y desata,
en fe de promesa tiéndeme la pata.»
El lobo tendió la pata al hermano
de Asís, que a su vez le alargó la mano.

Fueron a la aldea. La gente veía
y lo que miraba casi no creía.
Tras el religioso iba el lobo fiero,
y, bajo la testa, quieto le seguía
como un can de casa, o como un cordero.

Francisco llamó la gente a la plaza
y allí predicó.
Y dijo: «He aquí una amable caza.
El hermano lobo se viene conmigo;
me juró no ser ya vuestro enemigo,
y no repetir su ataque sangriento.
Vosotros, en cambio, daréis su alimento
a la pobre bestia de Dios.»  «¡Así sea!»,
Contestó la gente toda de la aldea.
Y luego, en señal
de contentamiento,
movió la testa y cola el buen animal,
y entró con Francisco de Asís al convento.

Algún tiempo estuvo el lobo tranquilo
en el santo asilo.
Sus bastas orejas los salmos oían
y los claros ojos se le humedecían.
Aprendió mil gracias y hacía mil juegos
cuando a la cocina iba con los legos.
Y cuando Francisco su oración hacía,
el lobo las pobres sandalias lamía.
Salía a la calle,
iba por el monte, descendía al valle,
entraba a las casas y le daban algo
de comer. Mirábanle como a un manso galgo.

Un día, Francisco se ausentó. Y el lobo
dulce, el lobo manso y bueno, el lobo probo,
desapareció, tornó a la montaña,
y recomenzaron su aullido y su saña.

Otra vez sintiose el temor, la alarma,
entre los vecinos y entre los pastores;
colmaba el espanto en los alrededores,
de nada servían el valor y el arma,
pues la bestia fiera
no dio treguas a su furor jamás,
como si estuviera
fuegos de Moloch y de Satanás.

Cuando volvió al pueblo el divino santo,
todos los buscaron con quejas y llanto,
y con mil querellas dieron testimonio
de lo que sufrían y perdían tanto
por aquel infame lobo del demonio.

Francisco de Asís se puso severo.
Se fue a la montaña
a buscar al falso lobo carnicero.
Y junto a su cueva halló a la alimaña.

«En nombre del Padre del sacro universo,
conjúrote» dijo, «¡oh lobo perverso!,
a que me respondas: ¿Por qué has vuelto al mal?
Contesta. Te escucho.»

Como en sorda lucha, habló el animal,
la boca espumosa y el ojo fatal:

«Hermano Francisco, no te acerques mucho...
Yo estaba tranquilo allá en el convento;
al pueblo salía, 
y si algo me daban estaba contento
y manso comía.
Mas empecé a ver que en todas las casas
estaban la Envidia, la Saña, la Ira,
y en todos los rostros ardían las brasas
de odio, de lujuria, de infamia y mentira.
Hermanos a hermanos hacían la guerra,
perdían los débiles, ganaban los malos,
hembra y macho eran como perro y perra,
y un buen día todos me dieron de palos.
Me vieron humilde, lamía las manos
y los pies. Seguía tus sagradas leyes,
todas las criaturas eran mis hermanos:
los hermanos hombres, los hermanos bueyes,
hermanas estrellas y hermanos gusanos.
Y así, me apalearon y me echaron fuera.
Y su risa fue como un agua hirviente,
y entre mis entrañas revivió la fiera,
y me sentí lobo malo de repente;
mas siempre mejor que esa mala gente.
Y recomencé a luchar aquí,
a me defender y a me alimentar.
Como el oso hace, como el jabalí,
que para vivir tienen que matar.
Déjame en el monte, déjame en el risco,
déjame existir en mi libertad,
vete a tu convento, hermano Francisco,
sigue tu camino y tu santidad.»

El santo de Asís no le dijo nada.
Le miró con una profunda mirada,
y partió con lágrimas y con desconsuelos,
y habló al Dios eterno con su corazón.
El viento del bosque llevó su oración,
que era: «Padre nuestro, que estás en los cielos...»

Rubén Dario

lunes, 23 de mayo de 2011

El Cuero y el pelo


EL CUERO Y EL PELO

Mientras viajaba por el país, el marqués Wen del Reino de Wei, vio a un hombre que llevaba puesta una piel con el pelo hacia adentro, y cargado con un fardo de leña.
- ¿Por qué usa el cuero hacia fuera para llevar la leña? – preguntó el marqués.
- Para proteger el pelo – fue la respuesta.
- ¿No se da cuenta, hombre – dijo el marqués – que si se gasta el cuero, también perderá el pelo?

Nuevos Discursos

LiuXiang



El Principe y su arco


EL PRÍNCIPE Y SU ARCO

El príncipe Xuan era aficionado a disparar flechas y le agradaba que le dijeran que era un arquero fuerte. Pero la verdad era que no podía tender un arco que pesara más de treinta libras. Cuando mostraba su arco a sus acompañantes, éstos simulaban tratar de arquearlo, pero lo hacían sólo hasta la mitad de su extensión.
- ¡Debe pesar por lo menos noventa libras! – exclamaban todos –. Nadie, salvo Su Alteza, puede manejar un arco así.
Y esto llenaba al príncipe de satisfacción.
Aunque tendía un arco de sólo 30 libras, hasta el fin de su vida creyó que éste pesaba 90. Eran 30 de hecho y 90 de nombre. Por mantener fama inmerecida, el príncipe dejó la verdad por el camino.
Yin Wen Zi


DE COMO EL VIEJO TONTO REMOVIÓ LAS MONTAÑAS

Las montañas Taihang y Wangwu tienen unos setecientos li de contorno y diez mil ren de altura.
Al norte de estos montes vivía un anciano de unos noventa años al que llamaban El Viejo Tonto. Su casa miraba hacia estas montañas y él encontraba bastante incómodo tener que dar un rodeo cada vez que salía o regresaba; así, un día reunió a su familia para discutir el asunto.
--¿Y si todos juntos desmontásemos las montañas?—sugirió--. Entonces podríamos abrir un camino hacia el Sur, hasta la orilla del río Hanshui.
Todos estuvieron de acuerdo. Sólo su mujer dudaba.
--No tienen la fuerza necesaria, ni siquiera para desmontar un cerrejón—objetó--. ¿Cómo podrán remover esas dos montañas? Además, ¿dónde van a vaciar toda la tierra y los peñascos?
--Los vaciaremos en el mar—fue la respuesta.
Entonces El Viejo Tonto partió con sus hijos y nietos. Tres de ellos llevaron balancines. Removieron piedras y tierras y, en canastos las acarrearon al mar. Una vecina, llamada Jing, era viuda y tenía un hijito de siete u ocho años; este niño fue con ellos para ayudarles. En cada viaje tardaban varios meses.
Un hombre que vivía en la vuelta del río, a quien llamaban El Sabio, se reía de sus esfuerzos y trató de disuadirlos.
--¡Basta de esta tontería!—exclamaba--. ¡Qué estúpido es todo esto! Tan viejo y débil como es Ud. No será capaz de arrancar ni un puñado de hierbas de esas montañas. ¿Cómo va a remover tierra y piedras en tal cantidad?
El Viejo Tonto exhaló un largo suspiro.
--¡Qué torpe es Ud.!—le dijo--. No tiene Ud. ni siquiera la intuición del hijito de la viuda. Aunque yo muera, quedarán mis hijos y los hijos de mis hijos; y así sucesivamente, de generación en generación. Y como estas montañas no crecen, ¿por qué no vamos a ser capaces de terminar por removerlas?
Entonces El Sabio no tuvo nada que responder.

Lie Zi

domingo, 22 de mayo de 2011

El Piyayo
¿ Tú conoces al "Piyayo",  
un viejecillo renegro, reseco y chicuelo;  
la mirada de gallo 
pendenciero  
y hocico de raposo  
tifioso..., 
que pide limosna por "tangos" 
y maldice cantando "fandangos" 
gangosos...? 
¡A chufla lo toma la gente, 
y a mí me da pena 
y me causa un respeto imponente! 
Ata a su cuerpo una guitarra, 
que chilla como una corneja 
y zumba como una chícharra 
y tiene arrumacos de vieja 
pelleja. 
Yo le he visto cantando, 
babeando 
de rabia y de vino 
bailando 
con saltos felinos, 
tocando, a zarpazos, 
los acordes de un viejo "tangazo": 
Y el endeble "Piyayo" jadea, 
y suda..., y renquea, 
y, a sus contorsiones de ardilla, 
hace son la sucia calderilla. 
¡A chufla lo toma la gente! 
A mi me da pena 
y me causa un respeto imponente. 
Es su extraño arte 
su cepo y su cruz, 
su vida y su luz, 
su tabaco y su aguardientillo..., 
y su pan y el de sus nietecillos; 
"churumbeles" con greñas de álambre 
y panzas de sapo, 
que aúllan de hambre 
tiritando bajo los harapos; 
sin madre que lave su roña; 
sin padre que "afane",
porque pena una muerte en Santoña; 
sin más sombra que la del abuelo... 
¡Poca sombra, porque es tan chicuelo! 
En El Altozano 
tiene el cuchitril 
-¡a las vigas alcanza la mano! -, 
y por lumbre y por luz un candil. 
Vacía sus alforjas  
- que son sus bolsillos -.  
Bostezando, los siete chiquillos 
se agrupan riendo. 
Y, entre carantoñas, les va repartietído 
pan y pescao frito 
con la parsimonia de un antiguo rito: 
-¡Chavales! 
¡Pan de flor de harina!...  
Mascarlo despasio. 
Mejó pan no se come en palasio. 
Y este pescaito, ¿ no es ná? 
¡Sacao uno a uno del fondo der má! 
¡Gloria pura é! 
Las espinas se comen tamié', 
que to es alimento... 
Así..., despasito. 
Muy remascaíto. 
¿ No yores, Manuela! 
Tú no pués, porque no tienes muelas 
¡Es tan chiquitita mi niña bonita!... 
Así despasito. 
Muy remascaito, 
migaja a migaja - que dure -, 
le van dando fin 
a los cinco reales que costó el festín. 
Luego, entre guiñapos, durmiendo, 
por matar el frío, muy apiñaditos, 
la Virgen María contempla al "Piyayo" 
riendo. 
Y hay un ángel rubio que besa la frente 
de cada gitano chiquito. 
¡A chufla lo toma la - gente!...  
¡A mí me da pena 
y me causa un respeto imponente!
José Carlos de Luna

sábado, 21 de mayo de 2011


Disfruta de la vida
Se cuenta que un turista fue al Cairo para visitar a un sabio. Se sorprendió al verlo vivir en un cuarto simple y lleno de libros.  Solo tenía una cama, una mesa y un banco.
-”¿Donde están sus muebles?”  – pregunto el turista, y el sabio respondió -
-”¿Y los suyos?”
-”¿Los míos?” – respondió el turista – “pero si yo estoy de paso”
-”Yo también” -concluyo el sabio- “La vida es temporal, y algunos viven como si fueran a quedarse eternamente, olvidan ser felices”.
El valor de las cosas no está en el tiempo que duran, sino en la intensidad con que suceden… por esto existen cosas inexplicables y personas incomparables.