miércoles, 31 de agosto de 2011


Leyenda de la “Lavandeira da Noite”

Awen era una joven y bella muchacha de unos dieciséis años de edad. No era muy alta, pero sí poseía una constitución fuerte. Su larga y brillante melena rubia le llegaba casi por la cintura. Y su cristalina mirada de ojos azules, parecía el mismísimo reflejo del mar.

Una noche clara, de luna llena y un esplendoroso cielo totalmente cubierto de estrellas, la joven se encontraba caminando sola por el bosque.

En una de las siete provincias del Reino de Galicia, Orense, los inviernos acostumbraban a ser demasiado fríos... Contrariamente, el calor era asfixiante cuando llegaba la estación de Verano. Por suerte, una vez se escondía el astro rey tras las verdes montañas, las noches pasaban a ser un poquito más frescas . Pero aquel viernes 13 de Agosto del año 1221, no corría ni una brisa de aire a través de la ventana y no había quién aguantara en la alcoba de su casa...

Los estremecedores aullidos de los lobos, se podían escuchar en la lejanía,. Pero Awen no le temía ni a las bestias que moraban al acecho y escondidas en los alrededores, ni a los lobos, ni a perderse por el monte. Estaba acostumbrada a recorrer la espesura de la fronda de la mano de su padre desde bien pequeña, en aquellas épocas en las que ésta le acompañaba cuando salía de caza.

Awen, conocía mejor que la palma de su mano, todos y cada uno de los senderos que cruzaban de punta a punta el bosque . La caza era un arte que dominaba y que había aprendido prematuramente, por eso no le temía a ningún fiero animal que pudiera asaltarla por el camino. Siempre solía ir armada con un arco y flechas de madera de roble que ella misma se había fabricado. Era una experta tiradora.

Aquella noche, terminó cansada y sudorosa después de capturar un par de conejos escurridizos. Sin dudarlo, fue a dar un paseo hasta el río con la intención de tomar un baño y refrescarse en las frías aguas de alguno de sus remansos.

En la ribera, cerca de un molino de piedra; una mujer lavaba la ropa emientras cantaba:

"Moza que ves do muíño,
moza que ves pola estrada,
axúdame a retorcer
miña sábana lavada".

Los ancianos del lugar le llamaban la “Lavandera de la Noche”. Una poderosa bruja de la que decían que no pertenecía al mundo de los vivos...

Awen en un primer momento no se dio ni cuenta de la presencian de la insólita mujer. No se dio cuenta, hasta que la escuchó cantar aquella cantiga misteriosa. Con aquel insistente recitar, la joven pensó que tal vez, ésta se estaba dirigiendo hacia ella. Y entonces, promovida por la curiosidad, la muchacha se acercó hasta la piedra sobre la cual se encontraba faenando la lavandera.

"Moza que vés do muíño,
moza que ves pola estrada,
axúdame a retorcer
miña sábana lavada".


  • Niña, acércate... No tengas miedo. ¿Me ayudarías a retorcer esta sábana? Anda bonita, échame una mano...

  •  
Yo no sé lavar, además con el calor que hace  esta noche lo que menos me apetece es trabajar. Lo único que quiero es bañarme en el río. Lo siento mucho señora, tendrá que buscarse a otra persona que la quiera ayudar. Que...

Santa María te axude
e San Lourenzo te valla!"

Después de que Awen le dijera a la Lavandera de la Noche estos últimos versos, la joven se desvistió y se tiró de cabeza al remanso más profundo del río, dándole la espalda y dejando a la pobre mujer con la palabra en 

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