sábado, 27 de agosto de 2011

"Oda a la vida retirada" Fray Luis de León




Oda a la vida retirada


¡Qué descansada vida 
la del que huye el mundanal ruido 
y sigue la escondida 
senda por donde han ido 
los pocos sabios que en el mundo han sido!

Que no le enturbia el pecho 
de los soberbios grandes el estado, 
ni del dorado techo 
se admira, fabricado 
del sabio moro, en jaspes sustentado.

No cura si la fama 
canta con voz su nombre pregonera,
ni cura si encarama
la lengua lisonjera 
lo que condena la verdad sincera.

¿Qué presta a mi contento, 
si soy del vano dedo señalado, 
si en busca de este viento 
ando desalentado 
con ansias vivas, con mortal cuidado?

¡Oh monte, oh fuente, oh río! 
¡Oh secreto seguro, deleitoso! 
Roto casi el navío 
a vuestro almo reposo, 
huyo de aqueste mar tempestuoso.

Un no rompido sueño, 
un día puro, alegre, libre quiero; 
no quiero ver el ceño 
vanamente severo 
de quien la sangre ensalza o el dinero.

Despiértenme las aves 
con su cantar sabroso no aprendido, 
no los cuidados graves 
de que es siempre seguido 
el que al ajeno arbitrio está atenido.

Vivir quiero conmigo, 
gozar quiero del bien que debo al cielo 
a solas, sin testigo, 
libre de amor, de celo, 
de odio, de esperanzas, de recelo.

Del monte en la ladera 
por mi mano plantado tengo un huerto,
que con la primavera, 
de bella flor cubierto, 
ya muestra en esperanza el fruto cierto.

Y como codiciosa 
por ver y acrecentar su hermosura, 
desde la cumbre airosa 
una fontana pura 
hasta llegar corriendo se apresura.

Y luego sosegada, 
el paso entre los árboles torciendo, 
el suelo de pasada 
de verdura vistiendo, 
y con diversas flores va esparciendo.

El aire el huerto orea 
y ofrece mil olores al sentido, 
los árboles menea 
con un manso rüido 
que del oro y del cetro pone olvido. 

Ténganse su tesoro 
los que de un falso leño se confían: 
no es mío ver el lloro 
de los que desconfían 
cuando el cierzo y el ábrego porfían.

La combatida antena 
cruje, y en ciega noche el claro día 
se torna, al cielo suena 
confusa vocería, 
y la mar enriquecen a porfía.

A mí una pobrecilla 
mesa de amable paz bien abastada 
me basta, y la vajilla 
de fino oro labrada 
sea de quien la mar no teme airada.

Y mientras miserablemente
 se están los otros abrasando 
con sed insacïable
del no durable mando, 
tendido yo a la sombra esté cantando

A la sombra tendido, 
de hiedra y lauro eterno coronado, 
puesto el atento oído 
al son dulce, acordado 
del plectro sabiamente meneado.

Fray Luis de León


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