domingo, 8 de mayo de 2011

EL BORRACHO Y SU ECO


EL BORRACHO Y SU ECO



Noche oscura y silenciosa:
Tan achispado iba Antón,
Que cayó de un tropezón
En la senda barrancosa.
Echa un recio juramento
Diciendo “¿quién se cayó?”
Y en la pared de un convento
Resuena así el eco:

-¡Yo!.

-Mientes; yo soy que caí,
y si el casco me rompí,
tendré que gastar pelucas.

-¡Lucas!

-No soy Lucas; ¡voto a bríos!,
que nos veremos los dos;
presto, señor farfantón

-¡Antón!

-¿Me conoces, ¡eh! tunante?
Pues aguárdate un instante;
Conocerás mi navaja.

-¡Baja!

-Bajaré con mucho gusto.
¿Te figuras que me asusto?
Al contrario; más me exalto.

-¡Alto!

-¡Alto yo! ¿Piensa el osado
que cien lauros que he ganado
hoy con mengua los marchito?

-¡Chito!

-¡Y se atreve el insolente
mandar callar a un valiente
¿que calle yo, miserable?

-¡Hable!

-¡Vaya!, no que no hablaría
hasta que tu lengua impía
con este acero taladre

-¡Ladre!

-¡Ladrar! ¿soy perro, quizás?
¿dónde, villano, do estás
Que de no hallarte me aburro?

-¡Burro!
-¡Yo burro! Insulto tamaño
vengaré de un modo extraño,
que el sitio me es oportuno.

-¡Tuno!

-Mas ¿dónde está el majadero,
que ya de hacerle rajas quiero?
Responda: ¿dónde se encuentra?

-¡Entra!

-¿Por qué no sales, bellaco?
¿Por qué tu valor es flaco
contra el mío colosal?

-¡Sal!

-Aquí me tienes, cobarde.
Dime: ¿quieres que te aguarde?
¿do estás? ¡Bah! ¿nadie se acerca?

-¡Cerca!

-Pero ¿dónde estás, repito
que escuchando estoy tu grito:
mas es no verte me admira?

-¡Mira!

-Ya miro; pero ¡qué diablo!,
si no veo con quien hablo,
pues no parece ninguno.

-¡Uno!

-¿Uno?, pues bien, salga ya;
mi coraje probará.
Le aguardo, aquí me coloco.

-¡Loco!

-¿Chancearte acaso tu?
¡Por vida de Belcebú!
Sal pronto; me desespero

-¡Espero!

-¿Así te burlas de mí?
Responde: ¿quién eres? Di.
Ya de cólera reviento.

-¡Viento!

-¿Eres algún trasgo inmundo
o eres cosa de este mundo?
Habla: nada hay que me asombre

-¡Hombre!

-¿Mas eres vivo o difunto?
Aclárame todo al punto
Y con quién hablas repara

-¡Para!

-Si eres ánima afligida,
bien; más si eres de esta vida,
hoy mi brazo te destruye

-¡Huye!

-En vano intentarlo quieres,
pues mientras no sé quien eres
mi espíritu no se asombra

-¡Sombra!

-¡Sombra! ¡Dios mío! En tal caso
perdóname que eché un vaso,
tres copites y un bizcocho

-¡Ocho!

-¡Ocho! ¡Se engaña, pardiez!
Serían siete tal vez,
Que otra la tomó Ramona

-¡Mona!

-Lo que es mona, no, señor;
me puso alegre el licor
y a Ramonita también

-¡Bien!

-Señor, no volveré más,
fue en el café de don Blas
do estuve con ella sola

-¡Hola!

-Es un poco vivaracha
pero muy guapa muchacha,
muy salada y oportuna

-¡Tuna!

-Eso es, tal vez, impostura;
mas ya que usted lo asegura,
sobre este punto no alterco

-¡Terco!

-¡Bien, señor, ya no replico;
si queréis, callaré el pico,
como si fuera de tabla

-¡Habla!

-Pues señor, como decía,
en su grata compañía,
tomé unos dulces y queso

-¡Eso!

-Dos empanadas y ponche,
frutas y ¡voto al demonche!
Que aún traigo aquí las simientes

-¡Mientes!

-No miento, no, como hay Dios;
que en francachuela, los dos,
gastamos reales cincuenta

-¡Cuenta!

-Pues, señor, iba diciendo:
con ella hablando y riendo,
tomé lo que me convino

-¡Vino!

-Vino, si, señor, un poco;
dos vasos me han vuelto loco;
que echase mas no penséis

-¡Seis!

-¡Seis! No me acuerdo, en efecto;
que tengo siempre el defecto
de no contarlos después

-¡Pues!

-Mas, en medio de todo eso,
no se me ha turbado el seso,
ni a la muchacha toque

-¡Que!

-Que no quise abusar de ella;
pues aunque es muy fresca y bella,
aun tengo alguna virtud

-¿Tu?

-Yo; ¿pues que mal hice, diga?
Cuando le cayó la liga
Se la puse y nada mas

-¡Mas!

-¡Ah, sí!, me acuerdo: de prisa
le miré sí la camisa
era lienzo de Cambray

-¡Ay!

-Sombra, que todo lo sabes,
despáchame cuando acabes,
que yo por mi parte acabé

-¡Ve!

-Si; gracias, me voy, que es tarde;
¡Adios! ¡El cielo te guarde,
triste sombra veneranda!

-¡Anda!


Marchóse Antón taciturno,
Con tímida planta lista,
Recelando que aún le embista
Aquél fantasma nocturno
Que se ocultara a su vista.
Llega a su casa al momento,
Do lo esperaba su esposa,
Y afirmó con juramento,
Que una sombra pavorosa
Le hablara junto al convento. 



Francisco Añón
 

No hay comentarios:

Publicar un comentario