jueves, 5 de mayo de 2011

La Pluma, La Mano y La Cabeza





No recuerdo en que lugar
ni a que fin, ni en que razón
se hallaron en un rincón,
reunidas al azar,
una pluma muy usada
por el sarro ennegrecida,
una mano desprendida
y una cabeza cortada.
Comprarlas quiso un ingles
y a verlas se aproximó,
oyendo hablar a las tres.
En su cartera apuntando,
fue sus frases una a una,
cartera que el tiempo andando
a mi llego por fortuna,
sin saber como ni cuando.
LA PLUMA
Olvidada duermo aquí:
pero aunque en el polvo estoy
no me quita lo que soy
la gloria de lo que fui,
yo la historia enriquecí
los misterios aclaré,
las luces multipliqué,
y de la nada en lo oscuro
brotaron a mi conjuro
amor, entusiasmo y fe.
LA MANO
Mucho te enorgulleciste
y yo tu poder no acato,
que solo de mi mandato,
dócil instrumento fuiste.
Y de mi marchaste en pos.
¿Quién vale más de las dos?
¿Cual debe ser más sagrada?
¿La pluma por mí guiada,
o yo movida por Dios?
LA CABEZA
Callad: vuestro orgullo vano
yo desharé como espuma:
¿Qué fuera sin mí la pluma?
¿Qué sin mí fuera la mano
sin el soplo soberano
del genio que alienta en mí?
¿A qué vinierais aquí?
¿Disfrutaríais, ni a un de lejos
de mi gloria los reflejos
ni la ventura que os di?
EL INGLÉS
Dice la cabeza bien,
Y sus razones son graves
que plumas tienen las aves
y el cerdo manos también:
pero cabeza en que ardiente
brille el ingenio del sol,
¿quién la tiene? ¿Mucha gente?
Los ingleses solamente
y acaso algún español.
Lector, quien quiera que seas:
de cuantas cabezas veas,
pocas hallaras vacías:
pero diez tienen ideas,
y noventa tonterías.
Manuel del Palacio


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